director del Instituto Cardiovascular del hospital Mount Sinai de Nueva York y del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III de Madrid
Artículo de opinión
En los próximos diez años tendremos que afrontar tres grandes retos para hacer frente a una enfermedad muy compleja como es la cardiovascular. El primer reto responde una razón económica, ya que tenemos una población con enfermedades cardiovasculares importantes y eso es muy costoso de tratar.
Tenemos que hacer un cambio de paradigma: pasar de lo que ahora es el tratamiento de una enfermedad compleja a la promoción de la salud. El segundo reto es la integración de las patologías del corazón y del cerebro porque ya no tenemos ninguna duda de que ciertas enfermedades cerebrales tienen las mismas causas que las enfermedades de corazón. Y el tercer reto que tenemos por delante es el uso de las nuevas tecnologías de vanguardia —como las de la imagen— y las terapias regenerativas y genéticas.
Los infartos de miocardio y cerebrales son una epidemia que representan la primera causa de muerte en el mundo, y el 95% ocurren en personas que presentan, al menos, dos de los siete factores de riesgo. Nos encontramos con dos factores de carácter mecánico, la obesidad y la presión arterial alta; dos de carácter químico, el colesterol elevado y la diabetes; dos preguntas, si fumas o no fumas y si haces deporte o no haces deporte, y un último factor que es la edad. La edad con una franja de vulnerabilidad más alta es los 55 años en el caso de los hombres y 65 años en las mujeres.
Cuando hablamos de infarto de miocardio estamos hablando de la muerte de una parte de la musculatura cardiaca debido a una oclusión de las arterias que dan oxígeno al miocardio o músculo cardíaco. Si lo analizamos con más detalle, veremos que en una arteria coronaria se han podido producir dos tipos de incidentes, uno es el depósito de colesterol que tarda muchos años en desarrollarse y el otro, mucho más agudo, es la oclusión por un coágulo de sangre. El infarto de miocardio es el momento agudo, la enfermedad ha ido creciendo silenciosamente y por eso el paciente se pregunta cómo puede ser que haya tenido un infarto si se encontraba bien. La respuesta es sencilla, esta persona se encontraba bien porque las arterias iban quedando obstruidas, pero no suficientemente como para tener síntomas cardíacos.
El organismo tiene diferentes sistemas de defensa para evitar estos infartos o prevenirlos. Uno de estos sistemas son las células de la médula ósea, que intentan ir hacia donde está el problema y sustituir el endotelio. En este proceso hay un factor fundamental que es la edad de la persona y como envejece. Para que una célula se mueva y vaya hacia donde es requerida necesita actividad, y en esta actividad influyen varios factores, uno de ellos muy importante: la actividad de los telómeros. Los telómeros son las terminaciones de los cromosomas, unos filamentos largos que están dentro de las células y que les dan energía para que se muevan hacia donde son necesarias. Diferentes estudios están investigando el comportamiento de los telómeros porque parece que el hecho de que una persona se haga más vieja o no, independientemente de la edad, depende de la longitud de esta sustancia. Si la longitud es más corta y hay menos actividad de la célula, envejecemos y tenemos menos defensas. Por tanto, si alguien quiere tener unos telómeros largos y quiere envejecer más tarde tiene que hacer ejercicio, dejar de fumar y mantener una dieta calórica baja.
El segundo sistema de defensa del organismo son unos vasos que tienden a eliminar el colesterol. Nuestras arterias coronarias reconocen que hay colesterol y estos vasos lo expulsan. Es un tipo de defensa muy vulnerable porque los vasos se rompen fácilmente y esto provoca una hemorragia dentro la arteria. Entonces todas las células inflamatorias eliminan las células rojas que se han desprendido. Estamos hablando de un proceso muy agresivo porque libera sustancias que rompen parte de la arteria y entonces tenemos una arteria coronaria con colesterol dentro que empieza fracturarse. Llega un momento que cuando hay una úlcera, la sangre se coagula y no puede circular, falta oxígeno al corazón y aparece el infarto de miocardio.
Hemos realizado un estudio, con 7.000 mujeres de entre 60 y 64 años de Florida y Chicago con buena salud, para saber si podemos identificar a las personas que están desarrollando un infarto antes de que lo sufran. A partir de cinco técnicas punteras de la imagen hemos podido ver las arterias por dentro. El resultado ha sido que el 35% de estas mujeres ya tenían dos arterias carótidas afectos. ¿Cómo puede ser que esta población que se encontraba bien ya tenía la enfermedad? Pues porque tenían dos factores de riesgo de los siete posibles.
Al inicio de este simposio he hablado de otro reto, la integración de las enfermedades del corazón y del cerebro. Si identificamos una enfermedad de las arterias que van al cerebro tenemos casi el 100% de posibilidades de encontrarla en las arterias que van al corazón. Se trata de una enfermedad difusa y, por tanto, aunque se localice en un lugar, la explosión podrá ser en otro distinto. Por ejemplo, si hablamos del Alzheimer podemos ver claramente esta relación. Si la presión aumenta con la edad y no se trata, la función cognitiva baja. Ya no es la presión arterial alta que lo provoca, es el colesterol elevado, la diabetes, el tabaquismo... Los mismos factores que están provocando la enfermedad en las arterias coronarias también lo hacen en las pequeñas arterias del cerebro. Es decir, que los mismos factores de riesgo que pueden provocar el infarto cardíaco también harán que se vaya perdiendo la capacidad intelectual porque los pequeños vasos están obstruyendo los mismos factores de riesgo.
Todo esto nos lleva a la necesidad de promover la salud y dejar de hablar de enfermedad, porque llegará un momento que no podremos seguir tratando una enfermedad tan costosa como es la cardiovascular si no hemos hecho un trabajo de prevención y de promoción de la salud. Esta fue una de las razones que nos llevó a impulsar la Fundación Internacional Science, Health & Education (SHE). El nombre de la fundación responde exactamente a los objetivos que nos marcamos: queremos dejar de hablar de enfermedad y empezar a hablar de salud, queremos trabajar con personas enfermas y personas aparentemente sanas teniendo en cuenta factores de riesgo científicamente probados y, por último, queremos hablar de educación porque todos somos responsables de educar.
Aún nos queda mucho camino por hacer, tenemos que trabajar mucho y debemos hacerlo en todos los segmentos de población. Si queremos detener esta pandemia invisible debemos reducir el índice de obesidad infantil y eso lo tenemos que hacer con los niños de edades entre 3 y 6 años, trabajando conjuntamente con su entorno inmediato, las familias y los profesores. Tenemos que cambiar los hábitos de salud de la gente de mediana edad y tenemos que encargarnos de las personas mayores porque no es tan importante que vivan muchos años sino que lo hagan con una calidad de vida adecuada. Y por eso, es necesaria la colaboración de toda la población porque el problema del infarto de miocardio es un problema de conducta: la persona debe cuidarse dejando de fumar, reduciendo su colesterol y controlando la presión arterial.
Resumen del simposio que el Dr. Valentí Fuster impartió en el CosmoCaixa Barcelona el 3 de noviembre de 2011, en el marco de la conferencia Evolving Challenges in Promoting Cardiovascular Health de la New York Academy of Sciences, la Obra Social “la Caixa” y el Centro Internacional para el Debate Científico.