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Inez de Beaufort

catedrática de Ética Médica del Erasmus Medical Center de Rotterdam


catedrática de Ética Médica del Erasmus Medical Center de Rotterdam. Ponente del ciclo La cultura y la vida. Diálogos sobre el impacto de la biotecnología organizado por el Centro Internacional para el Debate Científico (CIDC) y el Centre de Cultura Contemporània de Barcelona (CCCB)


Artículo de opinión

Cuando nos hacemos viejos perdemos interés en el sexo, en los amigos, los hijos a menudo nos ignoran... La edad también afecta nuestra apariencia: perdemos cabello, aparecen arrugas, nos caen los párpados... Todos sufriremos alguno de estos efectos, incluso, aquellos que lo nieguen.

En nuestra sociedad se hace un gran énfasis en la belleza y en el atractivo. Hacerse mayor no es fácil. Vivir más jóvenes, rejuvenecer e incluso luchar por la inmortalidad son temas familiares para la humanidad; nos da miedo hacernos mayores y morir. En la ficción podemos llegar a la inmortalidad a cambio de vender el alma al demonio, ¡y no es muy recomendable por lo que hemos visto de Oscar Wilde y Dorian Gray!

La antiedad es una perspectiva atractiva: queremos vivir más años y más sanos. Detrás, hay una gran industria que ofrece muchas terapias y que compromete muchísimo dinero. Algunos dicen que podemos vivir hasta 120 años y otros que aún podemos ser mayores. Es importante decir que una cosa es la extensión (añadir años) de la vida y la otra es frenar el proceso de envejecimiento (añadir vida a los años), y esto tiene que ver con diferentes objetivos.

Supongamos que hemos desarrollado una pastilla sin efectos secundarios que proporciona un efecto rejuvenecedor muy importante. ¿Os la tomaríais? ¿Qué argumentos tendriáis en consideración? ¿Lo deseariáis realmente o estariáis condicionados por las expectativas de la sociedad? Tenemos áreas —disciplinas médicas, hospitales, residencias...— designadas para las personas mayores, consideramos que es correcto cuidarlas, pero a menudo las dejamos al margen de la sociedad. Estas personas se sienten viejas, superfluas y muy caras. Cualquier diario nos habla de los altos costes de las sociedades envejecidas. Por lo tanto, tomar la píldora no sería una opción personal, sino una opción social de la cultura occidental en cuanto a la idealización de la juventud. Si viviéramos en una sociedad que respeta los mayores iríamos con nuestras arrugas con orgullo, nos sentiríamos bien.

Es importante que pensemos como vemos las personas mayores y el envejecimiento. Este argumento tiene mucha fuerza. Yo quisiera vivir más años porque a mi edad te das cuenta que no puedes vivir todas las experiencias que te gustarían. Pero, ¿qué harían los más jóvenes? La Comisión del presidente de Estados Unidos en su informe es más bien pesimista: "Muchas de nuestras grandes metas se ven supeditadas al sentimiento de tener un tiempo limitado. Si tuviéramos un horizonte más amplio quizá nos veríamos menos obligados a actuar con urgencia".

¿Una vida más larga nos haría dejar para mañana las cosas? ¿Adoptaríamos una actitud de carpe diem? Creo que la visión del presidente es demasiado pesimista, incluso si de media viviéramos más tiempo siempre tendríamos la amenaza de la muerte. No estoy segura de que la perspectiva de vivir más tiempo dejaría de lado el incentivo de cumplir cosas y de actuar con cierta urgencia. Por el contrario, la voluntad de vivir más tiempo y la curiosidad de vivir más intensamente son incentivos que nos invitan a actuar.

La otra pregunta es, ¿nos aburriríamos? ¿Alguien seguirá amándonos? El filósofo británico John Harris, en su libro Mejorar la evolución, defiende que aquellos que se aburran no deberían buscar la longevidad porque no son buenos candidatos, en cambio los que no queremos acabar con nuestra imaginación deberíamos poder crear nuevas maneras de disfrutar de la vida. No estoy tan convencida como Harris que sea tan fácil de dividir las personas entre las que se aburren y las que no se aburren. Incluso las que no nos aburrimos si vivimos 150 años, ¿cuántas generaciones querremos conocer? De nuevo, el presidente de la Comisión de EE.UU. enfatiza el argumento del ciclo de la vida: "Cada punto de nuestra vida se define en relación con el resto, por tanto, retrasar el envejecimiento afectaría toda nuestra vida, no sólo los últimos años". ¿Cambiar las estaciones significa que el ciclo en sí pierde el sentido? No lo creo. El hecho de que algunos puntos de nuestra vida se mantengan durante más tiempo tiene sentido sin cambiar todo el ciclo de vida. No estoy nada convencida de los argumentos de la Comisión del presidente de EE.UU.

Esto lleva a una nueva pregunta. ¿Voy en contra de la naturaleza? ¿Es natural envejecer o morir a una cierta edad? Lo que era normal hace un siglo no lo es ahora en cuanto a la esperanza de vida. ¿El hecho de que una cosa sea normal la hace moralmente correcta? El cáncer de próstata o el Alzheimer también son normales hoy en día para los hombres de cierta edad, pero esto no es un argumento para no desarrollar tratamientos contra estas enfermedades. A veces se argumenta que sólo se puede hacer si lo conseguimos con medios naturales (buena higiene, hacer deporte...), sino no está bien. Si lo hacemos a través de operaciones o tratamientos genéticos es equivocado. Pero, ¿por qué no podemos utilizar un medio no natural si funciona bien?

Las sociedades, las familias y las comunidades están construidas de una forma concreta y la extensión de la vida podría poner en peligro o romper el equilibrio de estos sistemas los individuos y las diferentes generaciones. El primer argumento dice que hay una sobrepoblación y el segundo, que tendríamos menos hijos si viviéramos más y, por tanto, se solucionaría este problema a largo plazo. Creo que la gente tendría familias sucesivas porque tendría más tiempo. Obviamente no es un argumento bastante convincente sobre la lucha contra el envejecimiento. El objetivo de la longevidad es que vivas más, que vivas diferentes experiencias y las recuerdes, y que tengas una continuidad, es decir, que seas tú desde el principio y no que vivas diferentes vidas en un mismo cuerpo.

Otro problema sería que no sólo habría demasiada gente, sino demasiado mayores. Hay muchos debates sobre el envejecimiento de la sociedad y a menudo se dice que es un peso porque necesitan cuidados y bloquean el acceso al mercado laboral a los jóvenes. Tengamos en cuenta que si las personas mayores se encuentran bien y se sienten jóvenes se pueden cuidar por sí mismas. Esto, para mí, tiene que ver con la renovación y los ciclos de vida. La respuesta es que los jóvenes pueden crear nuevas empresas, ser más innovadores y emprendedores. Pero en este caso estamos hablando de la gente con más talento. ¿Qué pasa cuando llegamos al final de nuestra creatividad? Soy bastante optimista y en mi caso, por ejemplo, si se me acabasen las ideas como profesora de bioética en un punto concreto quizás podría ser muy creativa como diseñadora de joyas. Habría una plasticidad mental que se podría utilizar para tener más empuje en la vida, sino probablemente deberíamos tener fechas de caducidad obligatorias. Harris habla de la limpieza generacional y de las personas mayores como una barrera para los jóvenes. Esto implicaría decidir colectivamente hasta cuando es razonable que viva la gente en cada generación y asegurarnos de que la vida se viva de la forma más sana posible.

Y para terminar, ¿quién tendría acceso a esta píldora? Un gran debate. Podríamos diferenciarlo como un tratamiento de lujo, a través de un sistema de méritos... No es muy realista que todo el mundo tuviera acceso. Sería uno de los grandes problemas al que deberíamos afrontarnos.


 

Artículo resumen de la conferencia Las nuevas edades de la vida que Inez de Beaufort impartió el 24 de octubre de 2011 en Barcelona, en el marco del ciclo La cultura y la vida. Diálogos sobre el impacto de la biotecnología organitzado por el CIDC y el CCCB.

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